Sudáfrica se ve golpeada una mañana sí y a la otra también por altercados o desagradables escenas movidas, supuestamente, por el racismo y la xenofobia. Excesos dialécticos o trifulcas que, en algunos casos, copan los noticieros, arden en las redes sociales y conllevan hasta multas o, incluso, penas de cárcel. Otros, desconocidos y velados, caen al limbo de la ignorancia mediática; mientras que, en algunas situaciones, el racismo es utilizado como una excusa tan socorrida como falaz.

La nación arco iris que Nelson Mandela dibujó sigue emborronada por la injusticia social edificada durante el apartheid (el 10% de la población -en su inmensa mayoría de raza blanca- posee más del 60% de la riqueza) y la abulia maridada con avaricia del Congreso Nacional Africano, la cual aviva con mucha frecuencia las llamas de la tensión racial en vez de placar la desigualdad.

Cierto es que se dan pequeños pasos. Las generaciones se suceden y las mentalidades opacas se difuminan, pero los incidentes siguen y seguirán solapándose. En este sentido, el rugby es un perfecto reflejo de cómo la sociedad sudafricana avanza al mórbido ritmo de un elefante. Pero lo hace, al menos… y pese a los remanentes de óxido. Al olor a franela y moqueta.

Mandela, cuyo legado se ha vuelto a celebrar esta pasada semana con motivo del centenario de su nacimiento, se dio cuenta enseguida del papel que podía jugar el oval como catalizador del cambio, de la reconciliación que soñó en su celda de Robben Island. Así, su tozudez contribuyó a generar la atmósfera propicia para derrotar a los temibles All Blacks de 1995 y, merced a ese icónico triunfo en la Copa del Mundo, esparcir las bondades del oval entre negros y mestizos.

Willemse, con la Copa del Mundo conquistada en 2007 por los Springboks.

Casi 23 años más tarde, los Springboks han sido capitaneados en su último partido internacional por vez primera por un jugador de raza negra, Siya Kolisi. Y lo ha hecho, además, justo cuando Rassie Erasmus, el nuevo entrenador, ha citado el mayor número de jugadores de color en la historia de los Springboks (20 de 43 para los tests ante Gales e Inglaterra). Un paradigma de los nuevos tiempos que corren para un equipo constantemente lastrado por el manido debate sobre las cuotas raciales. Estas, de hecho, fueron un invento, un parche del Congreso Nacional Africano para imponer una mayor presencia negra y mestiza en el combinado nacional, que poco o nada han contribuido a generar normalidad.

Bien lo sabe Ashwin Willemse -mestizo-, el protagonista primigenio de este artículo. Ex jugador de los Springboks -campeón del mundo con los Baby Boks primero y después con el equipo mayor en 2007-, y, hasta hace dos meses, analista habitual de la cadena de televisión SuperSport. Willemse era uno de los analistas habituales en los partidos de Sudáfrica, acreditado por una dilatada trayectoria en el rugby, que incluye 19 caps y dos RWCs jugadas entre 2003 y 2007.

«No voy a sentarme aquí y permitir que estos dos individuos sean condescendientes conmigo, cuando ellos jugaron al rugby durante el ‘apartheid’, una era de segregación racial», dijo Willemse antes de abandonar el plató de SuperSport, al que ya no ha vuelto

O eso creía él… hasta que el pasado 19 de mayo abandonó el plató de la cadena en directo, tras intentar varias veces tomar la palabra y sensiblemente molesto con sus contertulios, otros dos ex Bokke: el ex entrenador (1997-200) y jugador (1986) Nick Mallett; y el también ex jugador del combinado sudafricano, Naas Botha (28 tests entre 1980 y 1992).

“He jugado a este deporte durante muchos años, como la mayoría de nosotros aquí. He sido etiquetado como un jugador cuota durante mucho tiempo y he trabajado muy duro para ganarme el respeto que tengo ahora. No voy a sentarme aquí y permitir que estos dos individuos – se refería a Mallet y Botha- sean condescendientes conmigo cuando jugaron al rugby durante el apartheid, una era de segregación racial”, largó Willemse en medio de la emisión en directo. Al tiempo que se despojaba del micrófono y abandonaba el estudio.

El episodio fue una bomba. Desde entonces, su única aparición pública -tras el consecuente revuelo en los medios y las redes sociales-, se había limitado a la ceremonia de graduación del Máster en Emprendimiento y Nuevas Oportunidades por la Universidad de Witwatersrand, que recientemente finalizó con honores.

Sin embargo, hace escasos días rompió su silencio con motivo de una cómoda entrevista en un popular programa radiofónico donde, antes de entrar de lleno en la controversia con sus colegas, Willemse repasó sus humildes orígenes en Caledon (a 100 kilómetros de Ciudad del Cabo) y los altos y bajos de su carrera deportiva. De este modo deslizó cómo le afectó no contar con una figura paterna y cómo pudo abstraerse del hostil mundo de las bandas y la droga de su barrio gracias a las oportunidades que le brindaron el rugby y la tenacidad de su madre, una limpiadora.

Así, y una vez pasada media hora de afable conversación, Willemse entró de lleno a repasar el estado actual de la supuesta afrenta después de que SuperSport, tras escuchar a ambas partes, haya decidido no tomar cartas en el asunto, pues achaca el enfado de Willemse a la confusión propia de un problema técnico. De hecho, la cadena ha recuperado a Mallet y Botha para sus retransmisiones y especiales post-partido, algo que para nada satisface a Willemse, pese a que haya preferido no demandar a la cadena ante el Tribunal de Igualdad sudafricano.

Siya Kolisi es el primer capitán negro y en junio Rassie Erasmus llamó al mayor número de jugadores de color de la historia… pero tampoco el sistema de cuotas -implantado por el CNA- ha contribuido a la normalización total

“He sido muy claro con SuperSport. Creo que este incidente tiene su raíz en el racismo, por lo que el dolor causado es legítimo. También me he aproximado a Nick y Naas con espíritu de reconciliación. El mismo que he entablado con todas las partes involucradas, incluida SuperSport. No cierro ninguna puerta y entiendo la magnitud de lo que ha pasado. Entiendo lo que supone este momento y lo que he iniciado. Por ello, voy a acudir a la Comisión de Derechos Humanos de Sudáfrica donde espero que, durante el proceso, se restablezca mi dignidad, pues este organismo existe para proteger la Constitución”, explicó Willemse.

Entretanto, Willemse ya ha palpado la trascendencia de su desplante y las acciones encauzadas entre la población de color. “Un señor de avanzada edad se me acercó el otro día con lágrimas en los ojos y me dio las gracias por haberme levantado por él, por sus derechos. Muchos jóvenes también me dan las gracias cuando me ven en la calle. Por ello, ya merece la pena”, rememoró el ex jugador, sensiblemente emocionado.

Su gesto ha quedado como un ejemplo que reposa en un atrevimiento por mera cuestión de dignidad. Mientras la Sudáfrica de Rassie Erasmus se prepara para el Rugby Championship y camina hacia el 50% de integración racial en su plantilla, una cuota obligada por las autoridades en el proceso de transformación, la controversia vive nuevos capítulos cada vez que toca citar jugadores para conformar el equipo nacional.

Tenga razón o no Willemse en su espantada y en la denuncia que conlleva, el suyo no será el último incidente de este tipo que sacuda Sudáfrica: un país que, pese a que intenta cambiar a tarima, todavía sigue apestando a moqueta.